Cosecheros, pequeños productores y principales autores de las viñas chilenas. Con frecuencia, al hablar de los vinos chilenos solo se pone el foco en el perfil de las grandes empresas cuando, en realidad, se trata de un trabajo colectivo realizado con el concurso de decenas de miles de pequeños viticultores que a lo largo de los siglos fueron modelando la cultura del país a partir del trabajo en la viña.
En Chile coexistieron desde el inicio de la Colonia extensos terrenos de latifundio dedicados a la ganadería y el cultivo de trigo, junto a la viticultura, que generó las condiciones para el surgimiento de pequeños propietarios agrícolas, que levantaron sus propias bodegas y las equiparon con los medios a su alcance para elaborar el vino: nacen así los lagares de cuero y las bodegas de muros de tierra cruda con techos de paja.
Este modelo convivió con una viticultura más sofisticada con bodegas de techos de teja, lagares de piedra o cal y ladrillo. La viticultura chilena era inclusiva, ya que permitía la incorporación de distintos sectores sociales, lo que contribuyó al proceso de integración y movilidad social.
La situación chilena es similar a la observada por el historiador francés Fernand Braudel, que en su libro La identidad de Francia (1986) reconoce que el acceso a la pequeña propiedad de los campesinos fue posible mucho antes de la Revolución (1.789) gracias a la viticultura, que permitía alcanzar algún grado de rentabilidad en terrenos reducidos mediante la elaboración de vino. Gracias al acceso a la pequeña propiedad de los campesinos franceses se crearon las condiciones para alcanzar niveles sin precedentes de autonomía material y mental, lo cual condujo a la acción transformadora de la revolución el cultivo de la viña y la elaboración del vino significaron dos aportes fundamentales para el desarrollo socioeconómico de Francia.
Por un lado se generó la cultura del trabajo, por oposición a la cultura de la renta, y por otro, se promovió la pequeña propiedad, lo que permitió superar el latifundio. La aplicación de estas categorías al escenario latinoamericano demuestra que en esta región, gracias a la riqueza de los recursos naturales, prevaleció la cultura de la renta por sobre la cultura del trabajo.
El modelo dominante era la economía de plantación basada en grandes latifundios explotados por mano de obra esclava o servil. La producción de algodón, café, caña de azúcar y similares se asoció con esos modelos. El resultado fue una sociedad con jerarquías sociales fuertemente marcadas, con predominio de las grandes propiedades y con escasas posibilidades de movilidad social. En Chile, la posibilidad de matizar esta realidad con modelos productivos de pequeños campesinos similares a los franceses, surgió en aquellos lugares donde los nichos ecológicos eran compatibles con los modelos de agricultura intensiva, particularmente con la vitivinicultura y la fruticultura.
La vitivinicultura chilena ha echado raíces tan hondas en el carácter nacional que a nadie se le ocurriría a estas alturas imaginar un Chile desvinculado del cultivo de la vid. Para destacar su fortaleza y arraigo, la historia nos brinda muchos ejemplos de momentos en que se pone a prueba su fortaleza. En primer lugar, quedan como testimonio de esta temprana vocación las numerosas referencias dadas por los adelantados, principales y por los primeros habitantes europeos y luego criollos que poblaron el país.
Otro ámbito no menos importante para destacar el arraigo de la vitivinicultura en el país, fue durante los primeros tiempos la fortaleza de la competencia económica que debió enfrentar con sus competidores directos: Perú y más tarde Mendoza. La vitivinicultura chilena sobrevivió también a mediados del siglo XIX a la plaga de filoxera que arrasó las vides en Europa.
El renacer vitivinícola del Viejo Mundo se debe en gran parte al envío de los sarmientos que permitieron injertar los viejos parronales con las varas provenientes del Nuevo Mundo, concretamente, de Chile. En el siglo XX podríamos nombrar la adaptación a momentos de profundos cambios económicos y sociales.
Durante la reforma agraria de fines de los sesenta e inicios de los setenta, por ejemplo, una industria que logró adaptarse al profundo cambio de la estructura agraria fue la del vino, gracias a que logró demostrar que a lo largo del tiempo había valorizado los suelos que poseía, generando trabajos y nueva infraestructura.
En nuestra tienda encontrarás vinos producidos por pequeños productores de viñas chilenas
Juan Guillermo Muñoz Correa1
1Doctor en Historia con mención en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es parte del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile, miembro de número de la Academia Chilena de la Historia y miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia (España). Es especialista en historia colonial y rural y ha investigado continuamente la vitivinicultura en el valle c